Elena Garro fue olvidada, enterrada y despreciada por el Gobierno mexicano de Gustavo Díaz Ordaz. Se necesitaba un chivo expiatorio y ella era la presa perfecta para desarrollar dicho papel para el pueblo. Tuvo que autoexiliarse de México junto con su hija; estuvo en Estados Unidos, España y Francia. Su legado poco a poco quedó enterrado entre las falsas acusaciones de ser ella la líder del Movimiento del 68 y una de las que entregó a los intelectuales que participaron en este movimiento estudiantil.
En su momento de éxito logró hacerse con el premio Xavier Villaurrutia por su novela Los Recuerdos del Porvenir, publicada en 1963. Esta novela es considerada como una de las pioneras en la estética del Realismo Mágico. Incluso se ha llegado a rumorear que Gabo tuvo que haber leído este libro para poder escribir y publicar Cien Años de Soledad.
Pero sus aportes no acaban en la novela, también revolucionó la forma de hacer teatro en México. Con su obra Un Hogar Sólido introdujo en los escenarios mexicanos la magia de lo cotidiano, las costumbres y creencias indígenas. Dejando de lado el costumbrismo que tanto se empeñaban los autores en ese entonces reproducir en los escenarios chicos de los teatro.
Otra de sus facetas, y que poca gente conoce, es la de periodista. En este rubro logró exponer la condición en que vivían y cómo eran tratadas las presas en México. Hizo que la encarcelaran. Pasó una larga temporada en la cárcel para poder vivir en primera persona las atrocidades del sistema judicial.
Entre otras de sus obras podemos mencionar sus dos libros de cuentos Andamos Huyendo Lola y La Semana de Colores; entre sus novelas más famosas está la ya antes mencionada, Reencuentro de Personajes, Testimonios sobre Mariana y Mi Hermana Magdalena.
Es importante empezar a darle el lugar que se merece a esta grande de las letras mexicanas, la cual incluso ha sido catalogada por los críticos literarios como una de las mejores escritoras mexicanas después de Sor Juana Inés de la Cruz.